jueves, 13 de diciembre de 2018

Lo Vasquez 2018


Primera parte: La suma de metas pequeñas

El hecho de haber llegado a Curacaví desde Santiago por la Cuesta Barriga un par de meses atrás, me envalentonó para  abordar el 7 de Diciembre la aventura de Lo Vasquez.
Como es de esperarse para alguien tan novato como yo en esto del pedaleo, investigue y me preparé concienzudamente para tal magnífico evento. Me nutrí lo más que pude de las experiencias de otros viajantes que ya habían abordaron esta travesía en bicicleta en años anteriores para no fallar en el intento, aun desconozco mis capacidades.
Mis expectativas de inicio del viaje bordeaban las 16:00 del día Viernes, y así ser uno de los primeros ciclo-viajantes en deslizarme por el asfalto de la ruta 68, no con un afán competitivo de salir o llegar primero, si no más bien que no me faltase el tiempo. El hombre propone y dios dispone, salí pasado las 18:00.
Saliendo de casa, no me tomó mas que unos minutos llegar a la ruta 68. Parapetado con bastante agua y frutos secos (es lo que leí por ahí que hay que llevar). Inicie el pedaleo. Me sentía emocionado y entusiasmado, feliz de estar ahí, de ser parte del grupo de peregrinos de dos ruedas, tenía esa sensación de estar en el lugar correcto.
A poco andar, aproximándome al primer peaje, Lo Prado, vi como poco a poco mas ciclistas y caminantes que se sumaban al camino. Mujeres, niños, grupos jóvenes de diversas edades, ancianos, de todo aparecían a medida que avanzaba. También vi obviamente, otros ciclistas, unos con modestas máquinas y otros con verdaderas maravillas de la tecnología.
La primera bajada que se encuentra a la salida del túnel Lo Prado fue un premio por el esfuerzo de la subida. No recuerdo haber tomado tanta velocidad antes y fue increíble.
Una vez que la velocidad se normalizó, comencé a pedalear a un rito que me permitiera guardar energías y llegar a mi primera meta, Curacaví.

Primera meta cumplida: llegar a Curacaví

Cuando inicié pedaleando desde la entrada oriente en dirección a la plaza central, me dedique a  devolver sonrisas y buena onda que recibía de todos con los que cruzaba una mirada, puedo decir que este fue uno de los mejores momentos del viaje.
Ya en la plaza me senté en un local a tomar un café y una bebida y reflexionar en el echo de que pude llegar, y también en que me sentía en condiciones de seguir. Pues bien, así lo hice. Terminé mi café y emprendí rumbo a Lo Vasquez.

jueves, 18 de octubre de 2018

RUTA CURACAVI

El día viernes recién pasado, partí en una travesía hacia Curacaví, específicamente al sector de San José, que queda en la Cuesta Zapata, saliendo desde Santiago (Estación Central) con la idea de vivir en primera persona un poco de las tantas aventuras que he podido ver en Youtube.
Decidí planear la ruta por el camino a Valparaiso de Padre Hurtado, ya que la lógica que sería la Ruta 68, no está habilitada para bicicleta.
Dejé preparado todo lo necesario la noche anterior y salí desde mi casa a las 8:00 de la mañana bastante tranquilo. El reporte del clima me indicaba que estaría nublado, por lo que no tendría problemas ni con el sol ni con la lluvia. 
Todo estaba bien y dentro de itinerario. La idea era irme tranquilo, dosificando energía ya que me tendría que guardar para la cuesta Barriga. En fin, como se ve en el mapa, me fui por Camino Melipilla hasta padre Hurtado y tome el camino a Valparaíso. Estaba bastante más nublado y más frió de lo que esperaba, por lo que mi primera detención programada, el almacén "El Tata", sería la instancia ideal para tomar un café reponedor y continuar en dirección a la Cuesta. Cuando llego, me encuentro con que estaba cerrado. Para mi fortuna en la vereda del frente estaba un puesto ambulante, atendido por una amable señora que me vendió un café en $500 y dos huevos duros $250 cada uno, los huevitos los guardé para el almuerzo. Y así seguí pedaleando hasta llegar donde comienza la cuesta.
Cuando miro hacia arriba, me dio esa sensación de “hasta aquí llegamos”. La cuesta estaba totalmente cubierta por una nube, y en ese preciso instante comienza una leve llovizna, más bien una garuga que me mojaba los lentes, por lo que no podía usarlos. Me saco los lentes y los engancho a una cuerda elástica (pulpo) con la que afirmaba el equipaje del manillar. Bueno, dije, “ya estoy aquí, llegaré hasta donde pueda, si la cosa se pone complicada simplemente me regreso”, y partí hacia arriba con la cadena en un cambio que me permitiera pedalear sin matarme. A medida que subía, la niebla se hacía más espesa, la visibilidad no fue un problema pero la cuesta …. cuesta. A los pocos minutos estaba completamente empapado. No sé cuánto es lo que normalmente le toma a quienes hacen la cuesta periódicamente, pero a mí me tomo 50 minutos llegar a la cubre de la cuesta, en lo personal lo sentí como un par de horas (jajaja).
Cuando llegué a la cumbre, la garuga se había transformado en una leve llovizna, pensé que ya de bajada la cosa sería más fácil, pero me equivoque. Como ya no era necesario pedalear, el cuerpo se me comenzó a enfriar y los dedos, a pesar de estar usando guantes se me enfriaban, por lo que bajé la cuesta frenando para no arriesgarme a una caída o a enfriarme aún más. A medida que descendía, la neblina desaparecía y todo parecía más auspicioso. Finalmente cuando baje la cuesta, por esas cosas del destino había un pequeño restaurante a la orilla del camino en donde también vendían café a $700 (oferta – demanda). Debo decir que fueron los $700 mejor invertidos de mi vida.
En fin, el resto del camino fue un poco más tranquilo, y logré llegar a la plaza de Curacaví en un tiempo total de casi 4 horas. Tal vez para muchos de este grupo, esta travesía no es nada del otro mundo, pero para alguien que bordea los 50 años de edad y se subió a la bici recién en agosto de este año es un logro, el que quise compartir con ustedes y que espero les guste.
Lo que ocurrió después es parte de otra historia.









Lo Vasquez 2018

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